El idioma de mi madre
No veo a mi madre desde hace veinte años
Se dejó morir de hambre por mí
Cuentan que cada mañana se quitaba el pañuelo de la cabeza
y daba siete golpes en el suelo
maldiciendo al cielo y al Tirano
Yo estaba en la cueva
ahí donde el presidiario lee en las sombras
y pinta en las paredes el bestiario del porvenir
No veo a mi madre desde hace veinte años
Me ha dejado un juego de café chino
cuyas tazas se van rompiendo una por una
sin que me pese, de lo feas que son
Pero aun así me gusta el café
Hoy en día, cuando estoy solo
adopto la voz de mi madre
o más bien es ella la que habla por mi boca
con sus palabrotas, sus groserías y sus improperios
el rosario perdido de sus diminutivos
toda la amenazada especie de sus palabras
No veo a mi madre desde hace veinte años
pero soy el último hombre
que todavía habla su idioma
Dos horas de tren
En dos horas de tren
vuelvo a ver la película de mi vida
Dos minutos por año en promedio
Media hora para la infancia
otra para la cárcel
El amor, los libros, la errancia
se reparten el resto
La mano de mi compañera
se disuelve poco a poco en la mía
y su cabeza en mi hombro
es tan liviana como una paloma
Cuando lleguemos
endré cincuenta años
y me quedará por vivir
más o menos una hora
Echo las cortinas
Echo las cortinas
para poder fumar a mis anchas
Echo las cortinas
para tomar un trago
a la salud de Abú Nuwas
Echo las cortinas
para leer el último libro de Rushdie
Pronto, quién sabe
tendré que bajar al sótano
y cerrar con siete llaves
para poder
pensar
a mis anchas
Antología poética
Traducido por Amália Hernandez M. y Aura Marina Boadas